sábado, 12 de enero de 2013

El principio multisecular - Capítulo 8: Formas de clemencia


Pasó el tiempo y me fui olvidando del asunto, porque sucedían muchos acontecimientos graves: la guerra comenzaba a azotar el mundo, yo acababa de casarme, tenía que asistir tres veces por semana a los cursos  de instrucción militar y, desde luego, seguía ejerciendo mi profesión.
Cuatro o cinco semanas después del proceso, el inspector de policía que dirigió la investigación fue a visitarme por otro asunto, y al concluir me dijo que Miguel había expresado su deseo de verme antes de morir, diciendo no tener ningún amigo y creyendo saber en mí uno.
Mi primer impulso fue negarme. Nunca había presenciado una ejecución y no tenía el menor deseo de empezar con esa. Además, yo no era amigo de Miguel.
Esa noche conté a mi mujer durante la comida toda la historia del polaco, y cuando concluí, advertí que ella estaba llorando.

Inspector:
Antes de concluir mi visita
le pregunto, ¿recuerda a Miguel?
Era el muchacho polaco aquel
que asesinó de forma expedita.

Pues antes de morir pidió verle,
cree no tener amigo alguno
y que tal vez usted sería uno.
¿Podría este favor concederle?

Abogado:
No tengo ninguna conexión
concretada con el delincuente.
Y tampoco pasa por mi mente
el atestiguar la ejecución.

¿Qué es lo que pretenderá aquel hombre
pidiéndome ser simple testigo?
Yo no me considero su amigo
y es normal que tanto yo me asombre.

Esposa:
Qué más da que no le consideres
tal y como a un compañero tuyo.
No vale tanto el fútil orgullo
al tener los últimos placeres.

No tienes ninguna conexión
concretada con el delincuente.
Mas puedes ser tú, en forma clemente,
amigo para él sin intención.

Abogado:
¿Partícipe de verle morir?

Esposa:
No lo mires como un vil proceso.
Aunque siendo sólo un simple preso,
siempre podrás dar y recibir.

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