Pregunto, curioso, en tu parihuela:
"Dime, ¿la luna tiene quién le escriba?
Que la veo sola, sin comitiva,
aferrada a su noctívaga duela.
¿Suelta, acaso, sollozos de acuarela
por no ser parte de alguna inventiva?
Que la veo tan sublime, tan diva...
¿no merece un verso tal damisela?".
Luego me topé un gesto taciturno:
tu frontispicio en demasía austero...
y supe, entonces, que ya era tu turno.
Y en ti esbocé, con tinte lisonjero,
un menguante astro, sonrisa de eburno,
para que sepas que te quiero... quiero.