lunes, 29 de abril de 2013

La invención de la ecuanimidad


¿Tendrá realmente justicia Guatemala?
¿O será tan sólo otro término ficticio,
creado por quienes no tienen de ejercicio
sobrevivir al son que tañe alguna bala?

¿Será, acaso, justo ver a un pueblo famélico
desde un ostentoso pedestal de poder?
¿O saber que un familiar puede fallecer
al ser parte involuntaria en suceso bélico?

"Rendir a cada cual lo que le pertenece".
Esa es la definición en el diccionario
de 'justicia'. Entonces, ¿es justo ver a diario
a un político embolsar lo que no merece?

Vivimos en grandes tiempos de incertidumbre,
donde podemos ver que la justicia emana
en un concepto que la gente vuelve arana,
porque engañarse a sí mismos es su costumbre.

Con tanta ley que no tiene voz de profeta,
siendo doblegada por sistemas corruptos,
sin poder expresar con tonos exabruptos
porque le ciega el humo de una camioneta.

¿Tendrá realmente justicia Guatemala?
¿O será tan sólo efímera pantomima,
creada por un embustero que nos tima
con todos los miasmas que su gobierno exhala?

Porque nos dicen que la justicia se aplica
con rectitud y sin cometer ningún fraude.
Pero más parece que descansa en un laude
de intrigas, que nuestra Constitución predica.

Y sin embargo, permanece pusilánime
nuestra delación, anclada en el conformismo,
sin captar que las leyes son un eufemismo,
que para ser 'justicia', debe ser ecuánime. 

Concíbete una patria cohesiva e impune,
donde no se dé sombra de duda al culpable,
ni pueda existir obvio delito excusable,
y se mantenga la licitud que nos une. 

Porque un pueblo que subsiste de martillo y hoz,
y que busca siempre seguir hacia adelante,
si ve las injusticias de su gobernante,
es su deber levantar, en contra, la voz.

¿Tendrá realmente justicia Guatemala?
¿O será, a lo mejor, para toda su gente
ya solamente una asignatura pendiente?
¿Tendrá realmente justicia Guatemala
¿O nos seguirá siendo una ilusión a escala?

martes, 23 de abril de 2013

Éxodos


"La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?"
Y así iniciaba otra aventura de la esperanza,
de aquella creencia que el que persevera, alcanza,
aunque de ello no tuviera la menor certeza.

Yo pensaba que darle alas a tu fantasía
haría que en algún momento tú te acordases
de todos los sentimientos que fueron capaces
de lograr cautivarte tras cada simple día.

Jugué  —o jugamos— a ser un inocente crío,
o un níveo cisne en los estanques de los parques,
personaje en las novelas de García Márquez
o en los versos románticos de Rubén Darío.

Revivimos las cruentas batallas del medioevo,
y las enormes tragedias de la antigua Grecia,
y si la inquietud de tu olvido quería, necia,
opacarte, buscábamos comenzar de nuevo.

Pero todo esto no era más que insulso espectáculo,
en el cual yo era el héroe de cualquier historia,
en un fútil intento de hacer que tu memoria
venciera al hado declarado por el oráculo.

Aquel que condujo tu sanidad al naufragio,
ahogándole en nuestro limbo de la omisión,
que, sin tregua, me condenó a la persecución
de lo que convirtió tu reminiscencia en plagio.

Porque te extraño, y no comprendes en que medida
busco que en esas miradas de matices verdes
me veas, me veas y de a poco te recuerdes
que fui el epónimo que representó a tu vida.

Pero en la mía, ya ha sido echada nuestra suerte
en favor del modo de actuar de cualquier cobarde.
Y al no resistir verte más así, en esta tarde
sólo puedo terminar la historia con la muerte.

Me es tan fácil concebirte en tu reposo humilde,
pero tu pensamiento está fuera de mi alcance.
Así que es mejor dejarle que, de mí, descanse.
(Esa fue la última vez que visitó a Matilde,

yéndose Matías del centro, sin ver a atrás.
No supo impugnar lo sufrido con eficacia,
y puso los éxodos mentales en eutanasia
sensorial. Parece... que el olvido pudo más.)

martes, 2 de abril de 2013

Las palabras vacías


Déjame mirarte por un instante
sin pronunciarnos ninguna palabra,
que estando callados mejor se labra
tu recuerdo en este apócrifo amante.

Déjame verte de forma incesante
hasta que el cobarde corazón se abra,
trascendiendo la existencia macabra
de aquel que, de amor, pena agonizante.

No sucumbas a una charla funesta,
donde toda ilusión está perdida
y el sentimiento a nacer no se presta,

que muchas veces un verso es suicida
y el silencio nuestra mejor respuesta,
ya que en palabras se nos va la vida.