Más despierto el reloj que mi mujer,
y ella más cálida que la mañana,
más deseable su figura humana
si entre rutina y ella debo escoger.
Nada justo el dejar de adormecer
mis manos sobre su barriga plana,
no importando el día de la semana
o si toca trabajo o quehacer.
Esta vida se nos dibuja a trazos
de demasiada costumbre insensata
de dar el amor y el cariño a plazos.
Pienso que, si de prioridad se trata,
preferiría enredarme en sus brazos
a arreglarme el nudo de la corbata.
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