miércoles, 2 de enero de 2013

Aras de estupro


Suficientes carantoñas engañosas
escondía aquel perfil tras la sotana,
pensamientos en la mente que profana
la pureza inmaculada de las rosas.

Tantas las promesas malintencionadas
que condicionan sus motivos ocultos,
juegos de niños son crímenes de adultos
que dejan mártires en tantas miradas.

Dime qué escondes en tu cruz de mentira,
en la violación de tu infiel celibato.
Pecados mortales entre un pacto ingrato,
falsas ilusiones arden en la pira.

Son dogmas religiosos los que trafican
con la ingenuidad, teniendo fe de amparo,
e incluso van condenando con descaro
a quienes el rubro de Dios no se explican.

Sombras cubren los detalles de la curia
y del delito que involucra a una joven,
que indefensa fue obligada a que le roben
lo inmarcesible con brotes de lujuria.

Si recorre impávido un cuerpo convexo,
bajo el signo de la cruz guarda el nefario
malas intenciones, portando un rosario
sin sentir culpa ante un altar genuflexo.

Busca inmolar el pudor recalcitrante
en el nombre de su poder eclesiástico.
Sólo una noche provocó un cambio drástico
en quien no autorizó volverse su amante.

El llanto por la axiomática vergüenza
quitó el ensueño de un rostro femenil,
negando el recuerdo de aquel acto vil
evitarle el dolor que apenas comienza.

Caducas están todas las enseñanzas
que la gente traga al pie del presbiterio,
usándolas a conveniente criterio
gestionan la aprobación de sus andanzas.

No puede razonar el fervor que enjuicia
adjudicando el nombre de prostituta,
y ni a los laicos ni al clero les inmuta
la perversión tras una "inocua" caricia.

Aquel desdichado corazón se agrieta
porque su amor, sin permiso, fue viciado,
y descansa tranquilo el sucio pecado
en un sacerdote con el alma prieta.

Pena una mujer en ruinas de una Iglesia
donde un cura no tiene faltas carnales,
y si sigue sus instintos animales,
se vuelve inocente su seducción necia.

No siempre es natural que una piel desnuda
vaya perdiendo de a poco toda ropa,
cuando se excede el límite que nos copa
a pura fuerza, con la censura muda.

El hombre es invento imperfecto de Dios,
que le dio la tentación como juguete,
siendo exento quien tanta culpa comete
y proclama dicho nombre a propia voz.

Lapidada dentro de sábanas blancas,
tu doctrina se convierte en espejismo,
al mutar en inexorable hermetismo
la confianza que a una fémina le arrancas. 

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