miércoles, 9 de enero de 2013

El principio multisecular - Capítulo 5: El curso de sentencia


La tarea de la acusación era muy sencilla, casi automática. El polaco no quiso defensor, de modo que el tribunal le nombró uno de oficio. Este defensor, cuando el juez preguntó si el reo se declaraba culpable o inocente, contestó: “Inocente”; oído lo cual, Miguel agitó los brazos y gritó en su mejor inglés: “¡No, no soy inocente! ¡Soy culpable! Yo maté a Rosa y debo morir.”
El juez explicó con paciencia a Miguel (mientras el defensor escuchaba cruzado de brazos, molesto e irritado) por qué le convenía declararse inocente, y al fin el acusado capituló, aunque todo lo que parecía interesarle era dejar sentado que era culpable y quería morir.
Por cierto que en ese proceso no me gané yo los honorarios de fiscal, sino que los ganó Miguel para mí, al punto de no querer prestar declaración en su propia defensa. La vista de la causa llevó menos de un día y medio, y el reo obtuvo lo que deseaba: el jurado lo declaró culpable y fue condenado a la horca.

Juez:
A todos nos queda claro el crimen
y también la culpabilidad.
Todo el hecho apunta a la verdad
y no existen pruebas que le eximen.

Miguel:
Estoy consciente de mi delito,
no requiero ni de defensor.
Mi crimen es un crimen de amor,
inefable para un erudito.

Juez:
Pues he de asignarle uno de turno,
para que controle la gestión.

Abogado:
Su Señoría, esta situación
no es más que un anhelo taciturno

por parte de su ser agraviado.
No extendamos la condena ingrata,
pues sería sólo perorata
juzgar lo que ya ha sido juzgado.

Miguel:
Entonces pido de forma amable
que se acorte el curso de sentencia.
No habiendo pruebas de mi inocencia,
sólo queda dictarme culpable.

Juez:
No hay caso de seguir el proceso
si ya no hay proceso que seguir.
Si lo que quiere usted es morir,
en el jurado está su deceso.

Abogado:
¿Cómo puede ser tan fácilmente
que alguien no posponga su derrota?
Debe ser un alma muy devota
a aquel cariño que tiene ausente.

Ya tan sólo con deliberar,
sin tanto discernir, el jurado
habrá de otorgarle lo anhelado.
El juez se dispone a sentenciar.

Juez:
¡Culpable! Queda condenado a la horca.

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