martes, 8 de enero de 2013

El principio multisecular - Capítulo 4: El precio del descaro


La policía llegó allí a los 10 minutos de ocurrido el crimen. Rosa estaba encogida al pie de las escaleras que llevaban al apartamento, con una herida en la nuca, y Miguel la tenía en sus brazos, como protegiendo lo que le quedaba de vida, pues murió en la ambulancia.
Durante el proceso salieron a luz los detalles. Rosa era católica, estaba casada en su patria y había emigrado al Canadá antes que su marido, mientras este liquidaba una pequeña casa de comercio. Después de muchas vacilaciones, Rosa había llegado a la conclusión de que no procedía bien al vivir con Miguel y de que debían separarse.

Miguel:
¿Qué es lo que ha cambiado tan de pronto
en tu forma de trato, de ser?
Porque no soy ciego, puedo ver.
No me tomes como un simple tonto.

Rosa:
Eres muy importante para mí,
y en el fondo sé que tú lo sabes.
Pero nuestros pecados son graves,
por actuar con sumo frenesí.

No confundas lo que hay en mi mirada,
porque sigue vivo el sentimiento.
Pero Dios escucha, y escucha atento,
y sabes que yo ya era casada.

Miguel:
No creo que le importe el descaro
habiendo tanto amor de por medio.

Rosa:
No lo entiendes, no existe remedio,
y el precio por el descaro es caro.

No podremos nunca ser felices,
dentro de este mundo por lo menos.
Y suele pasarnos a los buenos
que confundimos tantos matices.

Volveremos a vernos, no dudes,
te mantendré siempre en mi recuerdo.
Y aunque ahora tú no estés de acuerdo,
debo enfrentar mis vicisitudes.

Debo marcharme. Adiós, amor mío.

Miguel:
Simplemente no pude dejarte,
aunque es egoísta de mi parte.
Calma, pronto no sentirás frío.

Cuidaré de tu ser moribundo,
despacio ve a reunirte con Dios.
Te dejo un beso como un adiós,
nos veremos en el otro mundo…

…muy pronto.

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