Imagina si nosotros intentáramos
sucumbir ante los encuentros febriles,
ante los recuerdos de aquellos abriles
que encendieron con pasiones nuestros páramos.
O si diéramos a torcer nuestros brazos,
en tal porfía con nuestro propio orgullo,
que tanto yo presiento, barrunto e intuyo
de haber más síntomas en nuestros abrazos.
Porque contigo de este tiempo me ausento
y de a poco con ese encanto me enfermas,
incluso con palabras vacías, yermas,
o con tu tímido y tan sutil acento.
Padezco de tu cruel cuerpo, me contagio
del deseo que desborda en tu mirada,
y colapso entre la calma aletargada
que me seduce sin emitir sufragio.
Sofoca mi pecho, tan ambivalente,
como, de una enfermedad, un episodio,
porque bastante te quiero y tanto te odio
que detona una psicosis en mi mente.
Una afección que no requiere receta,
ni tan siquiera alguna auscultación médica,
ni definición en lista enciclopédica.
Es tan sólo mi rumbo, y tú eres mi meta,
esa causa clínica de mis suspiros,
que atormenta mi juicio con tal asedio
que no me permite cura ni remedio,
robándome hasta mis últimos respiros.
¿Será acaso algo dentro de tus genes
que te hace tan propensa a mi corazón?
O dime entonces, ¿cuál será la razón?
¿Qué tienes que me tienes como me tienes?
Increíble uso de palabras, muy bueno colega.
ResponderEliminarGracias, compañero. Ahí le robé a su persona una frase, pero era requerido. Le quedo a deber sus regalías. :)
EliminarLos diagnosticados con esto nos rehusamos al tratamiento.
ResponderEliminar