Quedarme en silencio, cual fútil mudo,
como tú, extrañando un mismo vocablo.
Y simular no saber de lo que hablo;
darme a la lógica por testarudo.
Pero, de a poco, cederá tu escudo,
y mi alma negociará con el diablo,
dando al afecto que contigo entablo
más semántica que a un tangencial nudo.
Puede que el instinto nunca nos falle
(aunque a veces sepa pecar de ciego)
y note más que ambos algún detalle.
Y si piensas que algo es lo que te entrego,
ven e impide que una vez más me calle.
No lo confirmo. Tampoco lo niego.
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