Decidido estoy a erigir mil murallas,
y acomodar mi cuerpo en aquel nicho.
Por simple orgullo, por puro capricho,
por descubrirle a mi vida las fallas.
¡Vuela, espíritu! Es tiempo que te vayas,
que dejes solo a este inservible bicho,
en la estancia donde sobra lo dicho
e importa aún más todo lo que callas.
En mi boca sólo siento resquemos
de ese sabor de un tocante vejamen,
obra de sádicos seres supremos.
No he de conformarme con lo que tramen,
como otros, que al notar rotos sus remos,
toman por carne los huesos que lamen.
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